
Chaparro avisó tras el derbi que haría varios cambios debido al cansancio físico de alguno de sus jugadores, pero al final decidió salir con los mismos hombres y la única novedad de José Mari por Pavone. Tardó en entrar en el partido y lo pagó. Antes de darse cuenta ya iba perdiendo 2-0, en un resultado que incluso podía ser más abultado. Nada de lo que funcionó en el derbi (solidez defensiva, dominio en el centro del campo y mucha llegada) apareció en el Nou Camp. Para colmo, cuando faltaban cinco minutos se retiraba lesionado Mark González y Chaparro se tenía que inventar un nuevo interior en la figura de Monzón.
Tras el descanso, tiempo en el que se quedó en el vestuario Emana, todo cambió. Con un once totalmente experimental, ya que los interiores eran Fernando Vega y Damiá, apareció un Betis mucho más serio y ordenado. Apareció entonces el Mehmet Aurelio del derbi y se hizo el dueño y señor del centro del campo. Le acompañó también que llegara rápido el gol de falta indirecta de Monzón, que metió al Betis en el partido. Comenzó entonces a llegar y José Mari volvió a ver portería, poniendo el empate a dos en el marcador. Todo pintaba bien e incluso el cuadro bético pareció poder llevarse el partido, pero en una jugada aislada del Barcelona Gudjhonsen marcó el tercer tanto culé, en un disparo mordido en el que podría haber hecho más Casto. De ahí al final lo intentaron los dos equipos, pero el gato al agua se lo llevó el conjunto local, aunque Daudén Ibáñez dejó sin señalizar un clarísimo penalti sobre Sergio García.
Mala suerte para un Betis que mereció más en la segunda parte, ya que la primera parte es mejor olvidarla. Le pasó, exactamente, lo contrario al día del derbi, y esta vez sí que aguantó físicamente, por lo que sólo hace falta que el cuadro verdiblanco sea lineal los 90 minutos. Malos adversarios siguen llegando, pero la primera victoria tiene que llegar ya.
Fuente: alfinaldelapalmera.com
Fotografía: diariodesevilla.es
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